Sin dolor no hay ganancia: La puerta ancha y la puerta angosta
El ser humano -como cualquier animal- instintivamente busca el placer y evita el dolor. Sin embargo, no hay forma de lograr grandes cosas, de cambiar, de progresar en la vida, sin primero saborear un poco de dolor. Es la meseta que se interpone entre nosotros y todo hermoso valle al que nuestros sueños nos quieren llevar.
Todo gran reto, toda hazaña que querramos conquistar implica un sacrificio. Como dice el dicho “sin dolor no hay ganancia.” Nuestros sueños pueden tener muchas formas, algunas más simples y otras más complejas, pero en la construcción de cualquiera de ellos necesitamos ser capaces de invertir al menos un poco de sufrimiento, si es que de verdad vale la pena.
Un ejemplo diario es el tener quelevantarse temprano todos los díaspara ir a trabajar; seguro, a nadie le gusta, todos preferiríamos seguir durmiendo. Sin embargo es un sacrificio que rinde sus frutos. A todos nos gusta cobrar nuestro sueldo y poder utilizar ese dinero a nuestro antojo para divertirnos con amigos, comprar cosas o ayudar a otros. Lo mismo ocurre con cualquier cosa que nos determinemos a emprender. Si queremos tener una mejor figura podemos hacer ejercicio y cuidarnos en lo que comemos. Esto sin duda implica un sacrificio; los músculos pueden empezar a doler, y significaría abstenernos alguna que otra vez de un buen pedazo de torta, pero es el precio que se paga para ir adonde se quiere llegar. Lo mismo sucede con cualquier cosa que querramos lograr; aprender música, artes marciales, construir una casa, pintar un cuadro, entrenar el cuerpo o vencer un vicio.
La puerta angosta es el camino por el que más cuesta entrar al principio; hay que sudar, hay que sacrificarse, hay que experimentar dolor, en menor o mayor medida, pero a medida que se avanza se hace cada vez más fácil, y al final la recompensa es enorme, una ganancia muy grande. Soportar la frustración de querer lograr algo y no poder hacerlo es algo muy doloroso, pero después de vencer la resistencia, después de lograr lo que queríamos, el sabor del éxito, de ver nuestros sueños cumplidos, hace que todo haya valido la pena.
En una película escuche la frase “No podés saborear lo dulce sin lo amargo” y en otra “El dolor es la debilidad saliendo de tu cuerpo.” Esta dinámica se cumple, y queda en nosotros el correr como cobardes y vivir incomodamente en la mediocridad, o hacernos fuertes y estar dispuestos a dar la cara al dolor en pos de nuestros sueños. Elegí la puerta angosta.
Todo gran reto, toda hazaña que querramos conquistar implica un sacrificio. Como dice el dicho “sin dolor no hay ganancia.” Nuestros sueños pueden tener muchas formas, algunas más simples y otras más complejas, pero en la construcción de cualquiera de ellos necesitamos ser capaces de invertir al menos un poco de sufrimiento, si es que de verdad vale la pena.
Un ejemplo diario es el tener quelevantarse temprano todos los díaspara ir a trabajar; seguro, a nadie le gusta, todos preferiríamos seguir durmiendo. Sin embargo es un sacrificio que rinde sus frutos. A todos nos gusta cobrar nuestro sueldo y poder utilizar ese dinero a nuestro antojo para divertirnos con amigos, comprar cosas o ayudar a otros. Lo mismo ocurre con cualquier cosa que nos determinemos a emprender. Si queremos tener una mejor figura podemos hacer ejercicio y cuidarnos en lo que comemos. Esto sin duda implica un sacrificio; los músculos pueden empezar a doler, y significaría abstenernos alguna que otra vez de un buen pedazo de torta, pero es el precio que se paga para ir adonde se quiere llegar. Lo mismo sucede con cualquier cosa que querramos lograr; aprender música, artes marciales, construir una casa, pintar un cuadro, entrenar el cuerpo o vencer un vicio.
La puerta ancha y la puerta angosta
Por lo general hay dos posibles caminos que podemos emprender ante distintas circunstancias. Lo que se podría llamar la puerta angosta, sería evitar el dolor en primera instancia, siempre buscar primero el placer. Olvidar la dieta, comerse el Big Mac. Olvidar el gimnasio, tirarse a ver tele. Este puede parecer el camino más fácil, pero en realidad a largo plazo lo terminamos pagando. El camino ancho se va estrechando y al final no es tan placentero. Lo mismo sucede con muchos otros ejemplos, donde se elige primero el placer inmediato sin considerar las consecuencias a largo plazo.La puerta angosta es el camino por el que más cuesta entrar al principio; hay que sudar, hay que sacrificarse, hay que experimentar dolor, en menor o mayor medida, pero a medida que se avanza se hace cada vez más fácil, y al final la recompensa es enorme, una ganancia muy grande. Soportar la frustración de querer lograr algo y no poder hacerlo es algo muy doloroso, pero después de vencer la resistencia, después de lograr lo que queríamos, el sabor del éxito, de ver nuestros sueños cumplidos, hace que todo haya valido la pena.
En una película escuche la frase “No podés saborear lo dulce sin lo amargo” y en otra “El dolor es la debilidad saliendo de tu cuerpo.” Esta dinámica se cumple, y queda en nosotros el correr como cobardes y vivir incomodamente en la mediocridad, o hacernos fuertes y estar dispuestos a dar la cara al dolor en pos de nuestros sueños. Elegí la puerta angosta.
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